Una estación de tren es un sitio de paso. Viajeros que van a alguna parte o viajeros que vuelven de algún sitio. Miles de destinos que se entrecruzan continuamente en un continuo desenfreno de prisas, carreras y pensamientos puestos en otra parte.
Por eso sería extraño ver a alguien sentado en un banco de la estación, a alguien que no espera a ningún tren o a ninguna persona sino que simplemente esta allí. Día tras día mira los trenes pasar sin atreverse a coger uno u otro. Más de una vez hizo ademan de levantarse y caminar hacia el andén pero algo se lo impide.
Tiene miedo, el miedo lo atenaza contra el banco de la estación, traba sus esperanzas y no deja que el ocupante del banco coja el tren que lo lleve a su destino.
Tiene miedo, tiene miedo a equivocarse, a meter la pata, a no dar la talla, la persona del banco tiene miedo de sí mismo.
Tiene miedo, miedo a no poder vivir lo que esperaba vivir, a perderse en vanas ilusiones y esperanzas que nunca llegaran. Miedo al fracaso, a no ser lo que esperaba ser.
El ocupante del banco no se incorpora al transcurrir del mar de las idas y venidas de la estación, el miedo a si mismo lo ata a un banco en medio de olas que vienen y van, mientras olvida que su vida pasa sentado inmóvil en el banco de una estación de tren.
Por Mara (11-10-11)